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Viernes, 30 Octubre 2020 08:01

DOLOR Y DUELO

Hace tiempo que me autorregalo libros. No libros cualquiera. Libros a los que yo llamo bonitos. Por la razón que sea, este es el término que me gusta utilizar. Pueden ser libros con preciosas ilustraciones o simplemente pequeños libros de bolsillo, de pobre encuadernación pero que llevan en su interior aquello que me hace estremecer, me emociona, me pone la piel de gallina, me hace reir como una niña, me hace llorar como una niña.

Así descubrí la edición de “El año del pensamiento mágico”, el precioso libro de Joan Didion, ilustrado por Paula Bonet.

Este lo tenía todo. Era de los bonitos, bonitos. En forma y fondo. Me lo autorregalé en mayo de 2019 e inmediatamente lo abrí con la intención de meterle mano a esa historia que ya sabía yo que no me iba a ser fácil, pero que seguro podría, ¿cómo no iba a poder?

Lo he seguido intentando en más ocasiones desde entonces y en cada ocasión lo he abandonado. No lo he llevado lejos, siempre se ha quedado en mi mesilla, donde monto altarcitos con infinidad de recuerdos que me llevan a donde SIEMPRE me gustaría estar.

Parece que es el momento, cuando el dolor de la pérdida se empieza a transformar en apertura de corazón. Cuando empiezo a desarticular mi sufrimiento. Cuando ya casi tengo claro que hice lo único que podía, que no pudo ser de otra manera. Comparto lo que supone perder a alguien a quien amas. Me sumerjo en sus páginas. Y de nuevo, ese “Blues funerario” de W.H. Auden...

 

Parad todos los relojes y desconectar el teléfono,

dadle un hueso al perro para que no ladre,

haced callar a los pianos y entre tambores con sordina

sacad el ataúd y llamad a las plañideras”

 

En torno a estos días honramos a nuestros difuntos. Nos reunimos de una u otra manera para reconocer, celebrar y agradecer la vida que compartimos con nuestros seres queridos. Encendemos velas o ponemos flores de cempasúchil para, de forma simbólica, iluminar el camino que nos une a ellos.

He aprendido la importancia de los rituales y he entendido que estos son los que nos ayudan, a mi me ayudan, a ver de una forma distinta, a mostrarnos, a hacernos persona resilientes. A través del ritual nos sentimos presentes.

Hace poco aprendí que los RITUALES, para las personas que nos quedamos, ayudan en tres momentos cruciales del DUELO. Al inicio cuando se produce la “separación” del ser que se ha ido, pero también de la tribu a la que ambos pertenecíamos y que ya no nos ve como la persona que antes éramos. En el “umbral” cuando vamos dejando una etapa pero aún no hemos conseguido llegar a la siguiente. Y finalmente en la “reincorporación” cuando vamos asumiendo una nueva identidad demostrando nuestra sabiduría y lo que hemos aprendido por el camino.

Que el tiempo lo cura todo no es verdad. El TIEMPO no cura nada. Quizás, aminore nuestro DOLOR, pero no lo cura. Para eso, como dice J. Garriga, debemos hacer un proceso emocional activo e intenso, que sea capaz de abrir la puerta a todos los sentimientos que nos lleguen y nos lleve a esa etapa de “reincorporación”, de vuelta plena a la vida. No hay más remedio, debemos soltar, como los árboles sueltan sus hojas en otoño, agradeciendo y abriéndonos a lo que está por venir.

Esta vez no hay tips, no hay consejos. Cada uno de nosotros, de nosotras, vivimos nuestras pérdidas de forma personal. Nuestro dolor es único e intransferible. No hay pérdidas pequeñas ni grandes. Sin embargo, me gustaría recoger “Los diez si” y “Los diez no” que expone J. Bucay en su obra “El camino de las lágrimas”.

 

LOS “SI”

 

  • Permiso. Permítete sentirte mal, necesitada o vulnerable.

  • Confianza. Confía en tus recursos.

  • Nuevos ojos y nuevas puertas.

  • Aceptación. Hablar de tu pérdida puede ayudarte.

  • Conexión con la vida. Es necesario soltar el pasado.

  • Gratitud. Valora las cosas buenas que te sigue ofreciendo la vida.

  • Las 3 D: descansa, disfruta y (inténtalo) diviértete.

  • Aprendizaje. Hacer un proceso de duelo significa aprender a vivir sin alguien, de una forma diferente.

  • Definiciones. Después de la muerte va a pasar lo que cada uno creamos que va a pasar. Y todo está bien.

  • Compartir lo aprendido. Hablar de tu experiencia puede serles útil a otras personas.

 

LOS “NO”

 

  • Esconderse. No cierres tu corazón al dolor.

  • Descuido. Pon atención a tu cuerpo, aliméntate bien, y si es necesario, pide ayuda.

  • No te apures. No puedes llorar hoy lo de mañana, ni seguir llorando lo de ayer.

  • No pidas imposibles. Esa persona no va a regresar. Si pides (a Dios, al Universo, a quien sea), que sea que te ayude a aceptar tu nueva realidad.

  • Autoexigencia. No te maltrates. Se paciente contigo misma, no importa que los demás digan que “ya va siendo hora de dejar de llorar”.

  • Miedo a volverse loco/a. La tristeza, la culpa, la confusión e incluso el deseo de morir, son reacciones habituales después de una pérdida importante.

  • Perder la paciencia. No seamos exigentes con los demás pero tampoco te ocupes de complacerlos. Apártate si es necesario y busca a quienes te permitan desahogarte.

  • Autosuficiencia. No dejes de pedir ayuda.

  • No tomes decisiones importantes.

  • El olvido. No intentes olvidar lo que pasó. Permítete hacer un proceso amoroso donde la persona que se fue ocupe un lugar hermoso en tu corazón.

 

Desde mi experiencia, desde mi SER, me propongo, acompañar a quienes transitan un duelo, ayudando a ampliar la mirada en torno a la pérdida. Reconociendo que el miedo a la muerte, a la pérdida de ese ser querido es fuente de sufrimiento. El trabajo, sin embargo, es pasar de ese sufrimiento al dolor, alejándonos de culpa y aprendiendo a DEJAR IR, a SOLTAR, a ACEPTAR.

 

 

El pesar oculto, como un horno cerrado,

quema el corazón hasta reducirlo a cenizas”

- W. Shakespeare -

 

Publicado en AUTORRELATOS
Viernes, 23 Octubre 2020 07:11

PERDÓN Y OLVIDO

¿Cuántas veces habéis dicho la frase, “perdono pero no olvido”? Seguramente muchas. Yo creo haberla dicho en algún momento. La pregunta es, ¿se puede perdonar sin olvidar?

Duele, duele muchísimo, sentirse herido por alguien. Provoca en nosotros, en nosotras, emociones entre la ira, la rabia y el desamparo. Duele, duele incluso físicamente.

Sin embargo, esta es la buena noticia, el PERDÓN es uno de los mejores ejercicios terapéuticos que podemos hacer.

Puede ser un acto difícil, pero os aseguro que nos libera. Nos ayuda a liberarnos de todas esas emociones no deseadas que antes decíamos -ira, rabia, desamparo- La mejor forma de cerrar las heridas es dar y recibir perdón. Es liberarnos de esas creencias que nos producen dolor. Es liberarnos de CULPA.

El perdón, como dice J. Lomar, es “el puente entre tu mente en conflicto y tu mente en paz”.

Perdonar NO es MINIMIZAR lo que sucedió, ni mucho menos, no es que de pronto todo esté solucionado. Perdonar es un verdadero acto de generosidad, generosidad hacia uno, hacia una misma. ¡He aquí la magia!

No se trata de cambiar al otro, ni olvidar lo sucedido sin más. Se trata de transformar el enfado y el dolor, en comprensión y aceptación.

Cuando de pequeñas nuestra madre nos decía: “pide perdón”, seguro que lo vivíamos como una obligación, algo que nos obligaban a hacer en contra de nuestra voluntad. Sin embargo, el perdón es un derecho, es mi derecho a no sentirme resentida, a no odiar, a no cargar con el dolor que me provocó aquello que pasó.

Pero (y) PERDONAR es OLVIDAR. Si no olvidamos, si guardamos todos los agravios que nos han hecho a lo largo de la vida, ¿Dónde me sitúo?, seguramente en el rencor, alimentando creencias y pensamientos destructivos que nos impiden estar en PAZ.

Perdonar y no olvidar es perdonar a medias. El olvido no se produce de la noche a la mañana, necesita tiempo y acción que te ayude a seguir adelante dejando atrás aquello que te hirió y te ancla al pasado.

Pero, sabemos, de verdad, qué es perdonar...

Para ejercer el verdadero perdón, alejándonos de todo sufrimiento, de todo sacrificio, estos son mis tips: 

  • Expresa, exprésate, lo que sientes. 

  • Acepta tu responsabilidad en aquello que pasó. Sin culpa. 

  • Aléjate de los pensamientos negativos. Visualiza esa emoción no deseada. Dale forma, color, textura. De este modo te será más fácil mantener esa “conversación” con ella y decirle lo que sientes. 

  • Perdona con todas sus consecuencias. Sin condiciones. Estas son las reglas del juego. 

  • No esperes nada del otro. Responsabilízate de lo tuyo. Cada palo que aguante su vela. Cuando perdonas, el regalo es para ti.

  • No caigas en el victimismo. Es fácil, muy fácil. Nos sentimos, “tan desamparados”. 

  • Acepta lo ocurrido y sigue adelante con tu vida. Aléjate del rencor. Empieza a recordar lo sucedido sin que te duela. 

  • Di: “te perdono”, verás que es una experiencia liberadora porque rompe el vínculo con aquello que te hizo daño. 

  • Permite que lleguen a ti nuevas experiencias y emociones. 

  • Toma lo sucedido como un aprendizaje para que no te vuelva a pasar. Y ahora...

 

Deja ir esa situación que te hirió.

 

 

"El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra.

 Es dos veces bendecido;

 bendice al que lo da y al que lo recibe"

- W. Shakespeare -

Publicado en AUTORRELATOS

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